Mis síntomas señalados como el origen del problema; mi resiliencia etiquetada de frialdad, mi timidez bautizada en cobardía; mi voz silenciada por difamación, luz de gas y falsa patología.
Mi soledad tomada como invalidez. Mi aislamiento como herramienta de sometimiento. Mis similitudes para invalidación de diferencias. Mi salida al mundo como indiferencia; mis diferencias, como defectos. Mi reclamación de respeto como capricho; mi herida de "intenta protagonismo".
En cuerpo, tatuado ese cinismo.
Mi voluntad para sanar saboteada, mientras se apunta como egoísmo; la secuela, como desidia tomada.
Y aún oigo que es elección propia, cuando toda mi pasión por seguir creciendo fue reiteradamente castigada. Y aún se dice que la cobarde soy yo.
A veces pasa, que estoy acabada.